"El arte de hablar es la única verdad. El artista, por ejemplo, es un mentiroso empedernido, pero su arte, si realmente es arte, dirá la verdad de su tiempo. Y eso es lo único que importa. Basta de verdades eternas. La verdad vive al día. Y el maravilloso Platón de ayer es hoy, en lo principal, palabrerío".
David H. Lawrence. "Estudios sobre literatura clásica norteamericana".
Hay muchas formas de pensar la literatura. Supongo que dos autores tan diferentes entre sí como Auerbach y Lukács coincidirían con esto que dice Lawrence; el arte, si es tal, refleja como en un espejo, más o menos distorsionado, la verdad de su tiempo. Pero pensemos en estos modos otros de pensar lo mismo.
El filólogo alemán Erich Auerbach en Mímesis analiza la lógica del desarrollo de la literatura realista en un cuerpo de textos que van de la antigüedad a la narración medieval pasando por el Renacimiento hasta llegar a la novela decimonónica francesa, punto que considera culminante de esta evolución del concepto de imitación de la realidad en la literatura occidental. En esta progresión histórica que traza el crítico encontramos un análisis no sólo de la estructura del texto (si bien en cada capítulo analiza en detalle fragmentos puntuales de las obras y cumple el deseo enunciado en el epígrafe de que sus afirmaciones puedan ser halladas en el texto citado), sino también la relación del texto con el contexto; ya sea en los personajes de Cervantes, Rabelais, Homero, Balzac, Stendhal o Flaubert, Auerbach se interesa por los diferentes caracteres y actitudes que estén “estrechamente ligados a circunstancias históricas de la época”.
Considera que la forma en la que apareció el realismo en Francia en el siglo XIX y principios del XX produjo una ruptura con la antigua teoría del nivel en la representación literaria; en tanto que fenómeno estético, la literatura realista, rompe definitivamente con esa tradición de niveles o registros de representación, y refleja la crisis moral de su tiempo, pudiendo presagiar catástrofes venideras. Señala que en cuanto a “la captación de la realidad de la época, la literatura francesa aventaja a la de los demás países europeos del siglo XIX”, y si bien advierte que los escritores rusos ya poseían la capacidad de “concebir seriamente lo cotidiano”, excluye de su análisis a dichos autores por el desconocimiento de su idioma, tratándose el suyo de un estudio filológico comparativo.
Auerbach en su estudio sobre la representación de la realidad en la literatura occidental piensa –como también lo hará, aunque de otra forma, Lukács– en el condicionamiento de la realidad socio-económica y en las circunstancias histórico-políticas en las que fueron concebidos los distintos textos literarios que analiza. Pero lo esencial de su análisis sobre la imitación literaria de la vida –que se remonta al estudio del libro X de la República de Platón, y como ya dijimos compara textos de estilos contradictorios como pueden ser el Antiguo Testamento con la Odisea– es el momento en el que se produce esta ruptura con la antigua teoría de los niveles en la representación literaria, y que el autor ubica como centro de radiación en la Francia del siglo XIX, descubriendo en el realismo francés decimonónico un grado cero de la representación; si los antiguos niveles proponían elevar el material de lo cotidiano a la literatura, lo hacían acorde a distintos registros, ya sea cómico o grotesco, agradable o elegante, Auerbach encuentra un “realismo serio” tanto en la Edad Media como en el Renacimiento, que permitía representar los episodios comunes de la realidad bajo un aspecto serio o importante, destaca una ruptura temprana con esa tradición clásica que hizo las veces de barrera estilística en la historia de Cristo, en donde hay una “mezcla radical de cotidiana realidad y de tragedia la más elevada y sublime”.
Reconoce en autores como Balzac o Stendhal, una superación de las tendencias románticas de evasión de la realidad, les reconoce también el haber convertido “a personas cualesquiera de la vida diaria, en su condicionalidad por las circunstancias históricas de su tiempo, en objetos de representación seria, problemática y hasta trágica”. En su recorrido por este cuerpo de obras que sugiere como parte esencial del patrimonio y la historia de occidente, se evidencia esta intención de encontrar la relación de los escritores con la realidad de su tiempo. Al naturalismo de Zola lo compara con un “grosero naturalismo que conocemos por la pintura flamenca y, sobre todo, holandesa del siglo XVII”, por eso tal vez lo califica como “pintura literaria” y considera al autor como “el último de los grandes realistas franceses”, por haber creado su obra “basándose en los grandes problemas de la época”. Auerbach reivindica en estos autores su conciencia de la vida moderna. Encuentra en Flaubert a un escritor que posee una aguda captación de los problemas de su época y dice que el suyo es un realismo imparcial, impersonal y objetivo, con una inusitada conciencia de la realidad social y política de su tiempo: Señala en relación al capítulo IX de la primera parte de Madame Bovary que allí se advierte, no “una reproducción naturalista de la conciencia”, sino que “se ve la mano ordenadora del escritor”, considera que el párrafo contiene no sólo una parte de la novela en la que se describe una existencia humana sin perspectivas, sino que contiene la totalidad de la obra. Auerbach toma un cuerpo de textos que considera “ejercen acción constitutiva sobre la representación europea de la realidad”; puedo percibir en Mímesis, el intenso amor de su autor por la letra escrita, su confianza ilimitada en la el poder transformador del arte y su necesidad humanista de interpretar la historia y la literatura como un testimonio del producto de los hombres.
"La vida es dolorosa y decepcionante. Por lo tanto, es inútil escribir más novelas realistas."
- Michel Houllebecq. "H.P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida."
El eje de la teoría de Georg Lukács, podemos pensar, son sus ideas acerca del realismo, pero es indudable que hay en sus escritos valores estéticos fusionados con valores ideológicos. Su concepción estética se basa en un concepto dialéctico del arte que relaciona a la literatura con las contradicciones de la sociedad. La literatura realista para Lukács se relaciona con la exterioridad de lo real, en tanto que mediada por la categoría de representación que supone reponer la realidad de manera fiel y verdadera. Una de las ideas que se repiten en Lukács, autor rico en contradicciones, es que todo gran arte, de Homero en adelante, sólo puede ser realista, en cuanto reflejo de la realidad. Dicha literatura para el teórico del marxismo es concebida como una forma de conocimiento, categoría que involucra a la de conciencia, una forma de definir al sujeto en relación a su pertenencia de clase.
Pero las concepciones del realismo que maneja el filósofo de Budapest están ligadas a una serie de conceptos clave en su glosario sin las cuales, uno podría pensar, se vuelve indescifrable su mensaje. Éstas son la categoría de totalidad, que selecciona lo “humanamente significativo” y articula lo relevante como un todo en la representación; la aceptación de la idea de un principio dinámico de transformación de la realidad, que permite mostrar la realidad social con la dinámica de las contradicciones del capitalismo; la teoría del reflejo, que procura representar la vida social en toda su complejidad y extensión; la categoría del tipo literario, por intermedio de la cual la literatura refleja las contradicciones más importantes, sociales, morales y psicológicas de una época. Después de hacer inventario de las categorías con que Lukács piensa la literatura, me pregunto si éstas clasificaciones para determinar cuándo se produce una auténtica plasmación de la realidad social no revelan que muchas de las problemáticas histórico-filosóficas que propone nuestro autor son resueltas centrando su eje en el problema de la alineación de la conciencia en la sociedad capitalista moderna.
La consideración de Lukács, de la literatura como portadora de las funciones de revelar una ideología y revertir la falsa conciencia, hace que muchas de sus ideas literarias parezcan manipuladas para así encontrar su lugar en el esquema de un orgánico pensamiento marxista. En lo personal, algunas de las categorías de Lukács, por momentos, me resultan parecidas a la del Ser de Parménides, quiero decir, un concepto escurridizo que se niega a darse a entender en toda su brillante claridad. Para explicar la diferencia entre el realismo literario de Balzac y Stendhal y el naturalismo de Flaubert y Zola, el autor de “Historia y conciencia de clase” recurre a la variable de las condiciones materiales imperantes en la sociedad: dado un momento determinado en la división social del trabajo, la literatura tendrá estas características o estas otras.
Para Lukács el realismo tiene la capacidad de plasmar la realidad tal como es, con la verdad social objetiva, porque los escritores realistas representan individualidades por cuyo intermedio se manifiesta una imagen total del mundo y de la sociedad en la que se condensan los rasgos principales de una situación de clase en una coyuntura histórica dada. En el ideal de la representación mimética de Lukács prima la función cognoscitiva, no se trata de la reducción de la literatura a un mero reflejo, sino una plasmación fiel, casi una trasposición de las condiciones de la vida social en la representación literaria, se inclina por un arte que presente la totalidad de lo social como principio organizador de todo desarrollo particular y condena al naturalismo por pensarlo una simple reproducción fotográfica de lo real; la crítica que Lukács hace a los escritores naturalistas es que fallan en su selección de lo relevante, se opone al reflejo mecánico del detalle y del hecho individual y aislado que no articula la totalidad y que por ende niega el principio dinámico de transformación de la realidad.
Creo que para apreciar estas ideas hay que hacerlo en su contexto de producción. A partir del año ‘32 se establece el realismo socialista como doctrina estética oficial en la Unión Soviética, Lukács condena el arte de Kafka, en el que no sólo no encuentra una denuncia al problema de la alineación de la conciencia del hombre en las sociedades modernas sino que considera que, como tantos otros autores naturalistas o vanguardistas, no captan el sentido de la deshumanización del mundo real ni articulan al individuo con la realidad social sino que muestran una realidad absurda y sin sentido. Ante el avance del fascismo debía ser imposible para los intelectuales, sino un suicidio, hacer pública sus disidencias respecto al régimen de Stalin, esta es la única explicación que encuentro a que en 1936, a tres años de haber asumido Hitler el horror al poder en Alemania, año en que comienza la guerra civil española, año en que Charles Chaplin estrena su denuncia cinematográfica contra la alineación del proletariado en la industria capitalista, Modern times, Lukács a propósito de la discusión sobre naturalismo y formalismo, condene a la literatura de Kafka y reivindique el realismo stalinista de Shólojov.
Javier Fernández
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